Una y otra vez, cuando el mundo ha enfrentado las epidemias más peligrosas, los héroes han sido los científicos e investigadores que han encontrado una solución, usualmente en la forma de un frasco y una jeringa. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades estiman que, entre los niños nacidos en los últimos 20 años, las vacunas prevendrán más de 21 millones de hospitalizaciones y 732 mil muertes.
Desarrollar, probar y distribuir una nueva vacuna no es algo sencillo. Este largo y complejo proceso suele ser frustrante cuando ocurre a la mitad de una epidemia. La presión se acumula cuando una vacuna se necesita de inmediato, en vez de algún momento en el futuro.
Desde el 2015, el mundo ha enfrentado una epidemia particularmente grave: el zika.
¿Qué es el zika?
El zika es un virus transmitido por mosquitos que también puede contagiarse a través del contacto sexual. El virus es especialmente peligroso para las mujeres embarazadas ya que puede causar defectos en los recién nacidos, tales como microcefalia. Desde el comienzo de la epidemia, el mundo ha esperado con ansias la aparición de una vacuna. Pero, incluso con el apoyo de las autoridades, aún no contamos con una solución milagrosa.
Afortunadamente, cada vez estamos más cerca de contar con una vacuna para el zika. Actualmente hay una que se encuentra en la segunda fase de pruebas clínicas en seres humanos. Aunque este progreso suena prometedor, aún queda una pregunta por responder:
¿Por qué toma tanto tiempo desarrollar una vacuna durante una epidemia?
Para empezar, trabajar con virus resulta complicado. Para desarrollar una vacuna, los investigadores deben determinar qué parte del virus causa una respuesta inmune. Este proceso es aún más complicado con diferentes cepas que mutan constantemente.
Una vez que los investigadores determinan qué parte provoca la respuesta inmune, el proceso apenas comienza. Después deben desarrollar una vacuna viable que supere una gran cantidad de pruebas clínicas que garanticen su efectividad.
El público suele olvidar que los animales juegan un rol crucial en este proceso. Los científicos deben encontrar a un animal que sea afectado por el virus de la misma forma que los humanos y existe la posibilidad de que éste reaccione de una forma distinta a la vacuna. Después de años o incluso décadas de experimentos, finalmente crean una vacuna viable. Posteriormente, tienen lugar las pruebas en humanos. Por los riesgos que implica, este proceso es aún más complejo.
Los investigadores comienzan con un grupo muy pequeño de voluntarios que crece con cada fase de pruebas. Así que deben encontrar muestras cada vez más grandes. Para cuando tiene lugar la fase final, se requieren más de 100 mil personas dispuestas a participar. Los voluntarios reciben toda la información antes de otorgar su consentimiento.
Al final de las pruebas, han transcurrido muchos años y las compañías han invertido grandes cantidades de dinero y las cosas son aún más costosas durante el siguiente paso: la manufactura. Es por eso que los investigadores no sólo necesitan conseguir dinero para desarrollar la vacuna, también resulta indispensable que dicho avance sea accesible, de otra manera los pacientes no serán capaces de costear los tratamientos que necesitan. También deben tomarse en cuenta los costos de transporte a locaciones remotas. Por todo esto, el proceso de desarrollo suele tomar mucho tiempo.
Afortunadamente, la comunidad científica reconoce este problema. Un grupo en particular está trabajando para predecir las epidemias antes de que ocurran. De esta forma, en vez de esperar que ocurra un brote, las vacunas pueden ser creadas y almacenadas con anticipación.
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